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21 octubre 2010

LA CRISIS ECONÓMICA Y LA HUELGA GENERAL por Ángel Losantos

LA CRISIS ECONÓMICA Y LA HUELGA GENERAL

Llevamos ya tiempo hablando de la crisis y sobre todo padeciéndola, hasta tal punto que la convivencia diaria con ella nos hace correr el riesgo de perder una perspectiva objetiva a la hora de analizarla. No hace mucho, mientras la crisis en el mundo era palpable, en España la economía “iba bien” y la banca de nuestro país parecía ser un modelo. Pero la crisis, como no podía ser de otra manera, aterrizó también en nuestro territorio y rápidamente hubo que pensar soluciones para combatirla. Fue entonces cuando el gobierno habló de cambiar el sistema productivo, pero a la hora de tomar medidas concretas, lo primero que hizo fue inflar al sistema financiero con millones de euros entrando así en un déficit que, lógicamente, había que subsanar de alguna manera. ¿Cómo? He aquí la gran solución, la panacea: apretando el cinturón, pero no a todos, no; a los de siempre.
Como esta medida no convence en absoluto al conjunto de la ciudadanía que tiene que pagar el desaguisado (léanse pensionistas, funcionarios, trabajadores y ciudadanos en general afectados por las reducciones en las prestaciones sociales) se convoca una HUELGA GENERAL como medida de inequívoca protesta en busca de la retirada de este tipo de medidas. Y entonces, aquellos que habían ideado la “fórmula mágica” para combatir la crisis, se enfadan y deciden emprenderla contra el mensajero, es decir contra los sindicatos convocantes. Los que sí apoyan a los de la “fórmula mágica” llegan incluso a amenazar con el despido inmediato a los trabajadores que secunden la susodicha huelga (y de hecho hacen efectivas sus amenazas en algunos casos). Estos sectores, que afirman no ganar casi con sus empresas sino tener pérdidas en muchas ocasiones,  hacen una valoración elevadísima de los nefastos efectos económicos de la huelga sobre la economía del país; sin embargo junto a esta declaración alarmista afirman también que la huelga no ha tenido prácticamente ningún efecto. ¿En qué quedamos?



A nivel europeo, las mismas entidades financieras que provocaron la crisis juegan con los gobiernos (los mismos que las han salvado) comenzando por los gobiernos socialdemócratas (Grecia, España y Portugal) y siguiendo con otros como Francia. En todos ellos las organizaciones sindicales convocan a distintas movilizaciones de las cuales la prensa nos da una información pormenorizada de los actos violentos de unos pocos, mientras prácticamente obvia el análisis de los aspectos más relevantes de esas protestas, tales como la incidencia, las causas o el comportamiento ejemplar de la gran mayoría de los participantes en las mismas. Una visión muy sesgada que en nada beneficia a objetivar el problema.
Con el tiempo, se ha conseguido que ya no se hable prácticamente de los causantes de la crisis que nos han llevado a la situación actual. Ahora parece que los motivos de esta situación económica tan adversa hay que buscarlos en la mala gestión de los gobiernos (Grecia), en los gitanos (Francia), o en los sindicatos (España). Estos últimos de hecho son objeto de un furibundo ataque al más rancio estilo franquista, mientras el gobierno es felicitado en las altas esferas económicas europeas por la “valentía” de sus medidas.
            Estamos ante un grave problema que no es específico de nuestro país. Nos encontramos ante una crisis mundial y de ahí que los distintos gobiernos adopten medidas, eso sí, inducidas o prácticamente impuestas por los poderes económicos globalizadores. Pero lo que resulta evidente es que ante un problema general, la solución no puede ser local. Si a los sectores económicos causantes de esta crisis no les ha importado ni el hambre, ni el problema ecológico, ni la explotación infantil ni otras lacras con las que ha convivido el “progreso económico” en los tiempos de bonanza, ¿cómo les van a importar ahora nuestras prestaciones sociales, nuestros sueldos y condiciones de trabajo, nuestras pensiones, etc.?
            En el caso concreto de nuestro país, sin duda lo más grave de la situación generada es el hecho de que contamos con más de cuatro millones de parados, de los cuales un porcentaje alarmante corresponde a los jóvenes. Si tenemos en cuenta que el principal recurso, y a la vez la principal inversión de un país, es una juventud formada e ilusionada, comprobamos cómo estamos tirando ese recurso y esa inversión directamente a la basura. Pero no todo ha de estar perdido todavía: los parados, los jóvenes y los que ni siendo jóvenes ni estando parados creemos que esto no tiene por qué ser así,  somos una inmensa mayoría de esta sociedad. De nosotros depende el tomar la iniciativa. ¿A qué esperamos para cambiar este orden de las cosas que tanto nos está perjudicando? Si luchamos, tal vez podamos perder; pero si no luchamos, estamos perdidos.


ÁNGEL LOSANTOS

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